Quiero humildemente agradecer la nominación como presidente de la Unión Cívica Radical. Es un honor y un compromiso.
Hemos honrado en el acuerdo alcanzado las mejores prácticas políticas: el valor del diálogo, la búsqueda de consenso y el respeto a las diferencias.
Hemos sido cabales intérpretes del federalismo y la equitativa representación territorial.
Hemos priorizado la participación de las mujeres no sólo para cumplir con nuestra carta orgánica, sino principalmente, para enriquecer la calidad institucional y a nuestro partido que a lo largo de su historia ha defendido la igualdad de género.
Hemos incorporado decididamente a los jóvenes en espacios jerarquizados de la conducción partidaria, como reconocimiento a la Juventud Radical y a la Franja Morada por su lucha cotidiana por los valores y la educación pública.
También quiero destacar el permanente compromiso con este partido de los trabajadores radicales.
Asimismo, contamos con aquellos hombres y mujeres que aportan su experiencia, su sabiduría, su trabajo y que han estado siempre comprometidos con mantener viva la luz de la Unión Cívica Radical.
En este momento tan intenso, tan lleno de emociones, y en este lugar me viene un recuerdo a la memoria. Era principios de los 80 cuando trabajaba para Agua y Energía en el mejor lugar al que puede aspirar un ingeniero, que era el proyecto del Parana Medio, en un pequeño pueblo de Corrientes de casi mil habitantes y se me acerca un hombre humilde y me dice que estaba de paso recorriendo la Argentina. Le pregunte que hacía en ese pueblito tan lejano. Me sonrió y campechanamente me dijo que tenia la convicción de que “Todos los ciudadanos, no importa en que lugar de esta inmensa nación vivan, tienen los mismos derechos de soñar con una vida en libertad”. Ahora, después de muchos años reconozco en ese encuentro, tal vez no tan casual, con este hombre que dos años mas tarde sería el presidente de todos los argentinos y se llamaba Raul Alfonsín, despertó en mí la vocación por la política y la profunda convicción de trabajar desde el RADICALISMO todos los días por una sociedad más justa.
Vaya en este mensaje, mi más sentido homenaje y el mas alto reconocimiento a este pro-hombre y gran estadista, a 28 años de la recuperación de la democracia en nuestro país.
QUERIDOS AMIGOS Y CORRELIGIONARIOS DE TODO EL PAIS, NECESITAMOS FORTALECER EL RADICALISMO.
Como diría Illia “ser radical es difícil, pero vale la pena serlo”.
La Argentina actual necesita de partidos fuertes y modernos. Es el momento de consolidar al radicalismo, que cuenta con una rica y comprometida historia con la vida institucional de nuestro país.
Es el momento de provocar una verdadera renovación partidaria, que modernice sus prácticas, recupere la capacidad de contención de lo diferente, acompañe el protagonismo de los sectores juveniles, de las mujeres, de los trabajadores y que contemple los reclamos a favor de una ciudadanía inclusiva.
Las últimas elecciones desnudaron las dificultades de este centenario partido. Y es común ante estas situaciones, echarle la culpa a los dirigentes. Buscar culpables es una actitud típica y relativamente sencilla, diríamos una compulsión refleja.
Si bien hay distintos niveles de responsabilidad, no son los decisivos. Hay que tener una mirada más profunda. Y no podemos caer en un reduccionismo de analizar la situación actual solo por los últimos resultados electorales. Este, es un problema de vieja data. Y los últimos años se han encargado de demostrar que la historia no perdona, sólo espera rectificaciones.
Si lo que importa verdaderamente es volver a tener un partido fuerte y representativo, con capacidad de articular propuestas viables y posibilidades serias de ejercer el gobierno, habrá que abrir la imaginación a la luz de la experiencia reciente, reconocer los problemas, proponer cambios y comprometer a todos en las futuras iniciativas.
Es hora de repensar nuestro partido, no para ponerlo en jaque desde adentro, sino para contribuir a actualizarlo. Imaginar caminos alternativos en materia de organización y práctica institucional no significa “tirarlo por la ventana”, ni hacer un simple “borrón y cuenta nueva”. Es un trabajo de renovación que nos compromete a todos, tanto como a nuestra historia.
La UCR ha sido siempre un partido policlasista, incluyente, estructurado en base a una generosa visión que tenía al “ciudadano” como principal referente de la acción política. Cuando Alem e Yrigoyen concibieron la idea de la reparación, tradujeron en términos políticos una vocación restitutiva. Había que volver a la Constitución. Había que brindarle a cada uno los derechos que ella aseguraba.
La reivindicación radical fue tomando el nombre de La Causa. La Causa contra el Régimen. Había que rescatar esa “Argentina negada”, hacer efectivo el estado de derecho, conquistar el voto libre y secreto.
Así, el radicalismo se propuso integrar generosamente a los excluidos y lo hizo con un mensaje y un sentido trascendente. Lo hizo definiendo un horizonte claro, sumando voluntades individuales y estructurándose territorialmente. Se modeló un partido de ciudadanos.
La trama social de la Argentina se ha ido complejizando: partidos, sindicatos, asociaciones intermedias y nuevos movimientos sociales recrean y diversifican las funciones de los ciudadanos. Hoy se impone trabajar desde una lógica democrática de actores sociales. Hay que trabajar junto a otras instituciones y esforzarse para aprender a sumar socialmente.
POR ESO, QUERIDOS AMIGOS,
EL RADICALISMO TIENE QUE “QUEMAR LAS NAVES”.
Cuenta la historia que Hernán Cortez al avanzar sobre las costas de México con su empresa colonizadora, tuvo una gran resistencia por parte de sus hombres a continuar la aventura ante la peligrosidad de la situación. Cortéz toma entonces una decisión que la historia convertiría en metáfora de los actos irreversibles: ordenó “quemar las naves”, con lo cual imposibilitó cualquier marcha atrás de parte de sus hombres. Esta metáfora es muy utilizada para hacer referencia a los procesos de cambio en las organizaciones públicas en las que se crean nuevas condiciones como resultado de una decisión irreversible.
Esta idea, puede resultar particularmente útil para reflexionar acerca de las necesarias reformas que debe impulsar el radicalismo a partir de la decisión de implementar un proceso de innovación y modernización partidaria que puedan generar un cierto grado de persistencia e irreversibilidad. Es decir, pasar de una organización con escaso reconocimiento social, a una fuerza de cara a la gente, con vocación de gobierno y con capacidad para transformar la realidad.
No es la primera vez que el radicalismo reflexiona en torno a la necesidad de producir reformas luego de una derrota electoral. Tampoco será la última si no existe un verdadero consenso entre todos de provocar un profundo y sostenido proceso de innovación y modernización que cambie el destino partidario.
Tenemos una importante tarea por delante. Debemos acordar de forma simultánea una estrategia clara y generosa para recuperar la consideración de la sociedad y, que a la vez, sea compatible con una progresiva mejora de todas las instancias partidarias.
Necesitamos un partido nacional moderno, participativo, solidario y socialmente útil. Y para eso hace falta tener un programa y un proyecto político claro, una sólida base de representación y una organización democrática, innovadora y funcional a sus metas principales.
Necesitamos un partido que entusiasme, que enamore y que nos comprometa con cada ciudadano de nuestro pais.
Para ello, hay que modificar no solo la Carta Orgánica o los estatutos, sino fundamentalmente, cambiar una cultura institucional para hacer efectiva la soberanía de nuestros afiliados, nuestra principal riqueza como organización política.
Es el momento de dar un paso hacia adelante. Nos necesitamos todos, porque solo en la unidad del radicalismo podremos ofrecer a la sociedad una alternativa de gobierno seria y con propuestas.
Tenemos que convocar a nuestros legisladores nacionales y provinciales, a los mas de 500 intendentes y concejales y a todos y cada uno de los afiliados que en cada rincón de la república abrazan nuestro sueño libertario. Porque ese es nuestro mayor capital y ahí reside nuestra fuerza más importante para recuperar al radicalismo, acercarlo a la gente y hacerlo una herramienta eficaz para mejorar la calidad de vida de todos.
Solo están esperando una señal para volver a movilizarse, para volver a creer y entusiasmarse con hacer un país como el que soñaron nuestros abuelos, con un país donde la educación y la cultura del esfuerzo eran lo más importante, donde muchos pudieron tener casa propia, donde había valores, donde las cosas no se resolvían con prepotencia e intolerancia.
QUERIDOS AMIGOS, QUIERO DECIRLES
QUE ESTE PAIS TIENE TODO PARA ESTAR MEJOR.
La Argentina tiene algunos problemas graves, como la inflación, la inseguridad y la pérdida de los valores por el deterioro de la educación y la cultura del esfuerzo y el trabajo. Pero tenemos que poner nuestros mayores esfuerzos con responsabilidad, porque la gente está cansada de aquellos que critican todo o de los que defienden lo indefendible.
Todos los gobiernos fundan su accionar en un “relato”. En un discurso que fundamenta, da marco y contexto a sus políticas. El gobierno justicialista de Menem construyó un relato de la revolución productiva para fundamentar la desaparición del estado y el acatamiento a rajatablas de las recetas del Consenso de Washington.
El gobierno de los Kirchner construyó otro relato como “contracara” de la década menemista, intentando convencer que se trataba de una verdadera epopeya revolucionaria para enfrentar a los poderosos. De un lado están los buenos, liderados por el gobierno, y del otro los malos. Y en esa dualidad instalaron un clima social de rencores y enfrentamientos estériles.
Pero seamos claros. Una cosa es el relato y otra la realidad.
Nos dicen que hoy nos acercamos a los parámetros mínimos de pobreza y desigualdad de los años setenta, previos a la etapa del ajuste neoliberal inaugurada por el Rodrigazo y la dictadura. Es el cuento que narra las cifras del INDEC.
Si bien es cierto que nuestro país ha crecido sostenidamente, se confió en una nueva teoría del derrame. Todas las estimaciones de académicos y consultores serios ubican el año pasado a la pobreza en un rango entre el 23% y el 30%. Se oculta, al menos, la mitad de los pobres.
También sostienen que se luchó contra la concentración económica y los que más tienen. Sabemos que la convertibilidad aceleró una brutal concentración y extranjerización de la economía argentina. Pero este proceso, lejos de revertirse, se consolidó a partir de un esquema de subsidios e incentivos a las grandes empresas.
En 1993 las 500 mayores empresas del país generaban por ventas el 14% del PBI. En los últimos años, las mismas representan cerca del 24%. Es decir, que conservan una participación mayor que en la década menemista, y con un nivel de concentración mayor en casi todos los rubros y especialmente en los insumos, claves en la estructura de costos del resto de la economía.
Existe la creencia que el kirchnerismo imprimió una nueva lógica de intervención del estado que supone una agresiva distribución de ingresos a favor de los más pobres. Esto, sabemos que no es así. Durante estos años, el gasto público benefició en mayor medida a sectores mas concentrados de la economía. Se estima que los subsidios a bienes y servicios supera los 11 millones por hora. Y la lucha por la igualdad pasa por hacer más justo el sistema tributario argentino que sigue siendo altamente regresivo.
QUERIDOS AMIGOS Y CORRELIGIONARIOS,
ES NECESARIO CONSTRUIR “UN NUEVO RELATO” MAS DEMOCRATICO, MAS JUSTO Y MAS SOLIDARIO. QUE INVOLUCRE A LAS GRANDES MAYORIAS A TRAVES DEL DIALOGO Y EL ENCUENTRO. Y QUE TRANSFORME LA REALIDAD CON POLITICAS DE FONDO QUE SEAN CAPACES DE ACORTAR LAS DISTANCIAS ENTRE LOS QUE MAS TIENEN Y LOS QUE MENOS TIENEN.
Porque nos une la profunda convicción de que otra Argentina es posible. Una Argentina donde la política recupere su sentido ético a partir de la solidaridad, el diálogo y el encuentro.
Por mi experiencia como intendente de una ciudad importante del interior del país, sé que el diálogo, la cercanía y el encuentro con la gente es lo único que recrea la confianza en los gobernantes, otorga la posibilidad del consenso, garantiza la participación y reconstruye una verdadera ciudadanía sobre la base de actitudes solidarias.
También necesitamos recuperar el valor ético de la política. La política sin ética es poder bruto, es arbitrariedad, es corrupción y en definitiva no es política. La política tiene que servir para cambiar la vida a la sociedad. Para que las abismales diferencias se transformen en formas mas igualitarias de convivencia. Y este es un imperativo ético.
Necesitamos una Argentina donde prevalezca el federalismo.
Las provincias tienen que estar mendigando por los recursos que le corresponden constitucionalmente, prestándose a las peores formas de clientelismo y sometimiento con los que piensan igual y absurda discriminación con los que piensan distinto.
Nuestro país tiene un potencial enorme. Pero para que ese potencial explote, hay que darle oportunidades. Pero con actitudes centralistas y con una clara actitud de estrangular a la provincias, nuestro país no tiene futuro.
Necesitamos una Argentina donde tengamos igualdad social.
Debemos afrontar el principal problema que tiene nuestro país que es la exclusión social y la pobreza. Les puedo asegurar, no son un problema de recursos, sino de decisión política y de convicciones.
Somos un país productor de alimentos y estamos alimentando al mundo, pero sin embargo aún nos golpea los números de la desnutrición infantil. Tenemos un inmenso territorio, pero sin embargo nuestros jóvenes no tienen un terrenito donde levantar su casa. Nos bañan los más importantes ríos y lagunas, pero aún existen muchas provincias con importantes problemas de agua potable y energía.
Es imprescindible conformar un Sistema Integral de Protección Social, superador a las políticas de intervención del estado de los últimos años. Un sistema que aborde la política social desde un enfoque de derechos, que permita la construcción de ciudadanía social con co-responsabilidad, que asegure “un ingreso para cada hogar” para facilitar la salida de la pobreza, y un conjunto de servicios sociales fundamentales, como el educativo, de salud y del hábitat, para comenzar a resolver estructural y definitivamente la situación de los sectores más vulnerables y mejorar el bienestar y la calidad de vida de toda la sociedad.
La búsqueda de igualdad social implica la construcción de sociedades económicamente justas, socialmente inclusivas y políticamente plurales, donde las diferencias no configuren fragmentaciones.
Necesitamos una Argentina donde se recupere el valor de la educación y la cultura del trabajo.
La principal batalla que tendremos que dar desde el radicalismo es por la recuperación de los valores. Para que el trabajo digno reemplace al plan social. Para que la cultura del esfuerzo reemplace la dádiva y el clientelismo. Para que educarse sea lo más importante de todo.
Saben que la educación es mi preocupación principal. Dedique gran parte de mi vida a la educación como Rector de la Universidad Nacional del Litoral y formando parte del directorio del Conicet.
No puede ser que 1 de cada 3 chicos no concurre a la escuela secundaria y solo la mitad termina la escuela media. En Argentina casi 1.000.000 de jóvenes entre 18 y 25 años ni estudian ni trabajan. Como sociedad no podemos darnos el lujo de sacrificar a una generación de jóvenes que están todo el día sin hacer nada. Nuestra obligación es hacer lo imposible para que todos, absolutamente todos, vuelvan a la escuela a educarse para tener un futuro. Un chico que no va a la escuela, está en la calle, tiene menos posibilidades de integrarse, es más vulnerable a la droga y la violencia, no va a conseguir empleo o tendrá un trabajo muy precario.
Mientras el mundo avanza ofreciéndole a sus ciudadanos una educación cada vez de mayor calidad, la Argentina retrocede. Las pruebas PISA que miden la calidad de la educación en todo el mundo muestran a la Argentina en el puesto 58. Hace 100 años un argentino recibía una educación infinitamente mejor que un joven chino, coreano o japonés. Hoy estamos casi 60 puestos más abajo que cualquiera de ellos. O recuperamos la calidad de la educación o no tenemos futuro.
Nuestro país tiene que hacer una verdadera revolución educativa. Tenemos que recuperar el sentido nacional de la escuela. Volver a promover su capacidad igualadora sin abandonar las riquezas diferenciales que aporta cada región.
Tenemos que volver a preguntarnos que queremos que se enseñe y reformular los programas. La escuela tiene que volver a formar en valores. Tenemos que volver a enseñar el valor de la honestidad, el valor del esfuerzo para alcanzar cualquier logro, el valor de la solidaridad, el valor del respeto por la autoridad y por el prójimo.
La escuela tiene que volver a ser un lugar interesante para los pibes. Hay que incorporar los nuevos lenguajes, las nuevas tecnologías, tratar los temas que les preocupan a ellos y garantizar que reciban la formación necesaria para el trabajo y para la universidad. Y es importante recuperar el rol del docente, jerarquizando su función en el aula.
La educación es la base de todo. Sin educación, hay desempleo, hay pobreza, hay violencia, hay inseguridad, no hay valores, hay corrupción. Sarmiento decía que “Una escuela que se abre es una carcel que se cierra”. Porque la escuela, ese pilar de todas las sociedades, es emblema de la mas compleja de las politicas publicas; porque en la escuela se instruye, se educa, se construye cultura, se forma para el trabajo y el empleo, se hace ciudadania, se aprende a emprender, se genera el respeto por la ley y las reglas de juego de una sociedad democrática.
Con educación todo es posible. Hay futuro. Sin educación, retrocedemos. Y un consejo a los padres: volvamos a leer. Tiene que haber más libros en las bibliotecas. El contacto con los libros nos abre la cabeza, tanto o más que la televisión y los videojuegos. Siempre es bueno tener un libro que nos cuente una historia, que nos enseñe cosas. Hay que regalarle libros a nuestros hijos. Hay que leer con ellos.
Necesitamos una Argentina donde el crecimiento se transforme en desarrollo sustentable.
No habrá posibilidad cierta de convivencia pacífica mientras no recuperemos niveles adecuados de equilibrio social. Pasamos de una economía de mercado en los 90 a una economía de los amigos del poder, sin tener una mirada estratégica y desaprovechando una oportunidad internacional casi única.
El ingreso de China e India al mercado mundial como grandes demandantes de alimentos, genera una nueva oportunidad para nuestro país, que debemos saber aprovechar y no como ha sucedido lamentablemente en los últimos años a raíz de erráticas decisiones nacionales.
Para eso, hace falta transformar el crecimiento, en un modelo productivo sustentable sobre la base de procesos de innovación en todos los sectores de la economía, que preserve los recursos naturales y articule la producción con la ciencia y tecnología.
Para ello, debemos recuperar el lugar que el conocimiento y la educación tienen como pilar fundamental para una estrategia de desarrollo sustentable, que articule crecimiento económico, equidad y ciudadanía.
Ya lo sabían los grupos dirigentes del país de la segunda mitad del siglo XIX, que instalaron una verdadera cultura del compromiso con la educación y la ciencia. No se equivocaban: aquel programa fue uno de los principales soportes para el desarrollo de un país que logró estar entre las naciones más avanzadas del mundo e integrar a millones de inmigrantes a un destino común.
Nuestro país dispone de las capacidades necesarias, tanto en el sector industrial como en el científico y tecnológico, como para producir más y en mejores condiciones de competitividad. Hoy esas capacidades están desaprovechadas.
Tenemos que promover la reunión de la educación y la ciencia con la producción. Tenemos que aprovechar a nuestros científicos, nuestros laboratorios de primer nivel y nuestras universidades para que se reúnan con nuestros productores e industriales y generen las verdaderas innovaciones que van a hacer que no dependamos de la importación de productos extranjeros.
El estado debe apoyar logística y económicamente los desarrollos científicos y tecnológicos que posibiliten aumentar el valor agregado a la producción en forma sustentable. De esta forma estaremos abaratando los costos, mejorando nuestra producción y dando mano de obra para disminuir la desocupación.
QUERIDOS AMIGOS Y CORRELIGIONARIOS, OTRA ARGENTINA ES POSIBLE.
Aceptemos el desafío. Como decía Alem “en todo se hace lo que se debe y cuando lo que pueda hacerse es malo, no se hace nada”.
Necesitamos poner en valor nuestro mandato histórico. Somos los garantes de la constitución, la democracia y las libertades públicas y el federalismo. Somos el partido de la honestidad y la transparencia, el diálogo, el respeto por las diferencias y la tolerancia. Somos el partido de los valores cimentados en la educación y la cultura del trabajo. Somos el partido de la lucha por los excluidos y la igualdad de oportunidades. Somos en definitiva, el partido de la institucionalidad republicana y la democracia social. Y sobre estos valores vamos a reconstruir nuestro presente.
Es la hora en que nos volquemos apasionados, revelando un entusiasmo por lo nuevo, que exprese la confianza que el hombre puede tener por la vida misma. Todo lo contrario a la indiferencia. Dejar de amurallarnos, anhelar una Argentina con rostro humano y ya estar en camino.
Siempre he confiado en los sueños, porque desde chico aprendí la importancia de imaginar mundos posibles y aprendí también a confiar en lo que imaginamos para hacerlo realidad.
En palabras de Gabriel García Márquez
“tenemos derecho a creer en una nueva utopía.
La maravillosa utopía de la vida.
Donde nadie decide por otros.
Donde de veras sea cierto el amor y posible la felicidad.
Y donde los que menos tienen,
tengan por fin y para siempre,
una segunda oportunidad en esta tierra”
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