El Comité Provincial de la Unión Cívica Radical de Entre Ríos adhiere al acto organizado por la Comisión Permanente de Homenaje al Dr. MARIO ABEL AMAYA, a realizarse el día 24 de Marzo de 2012, en la plazoleta "AMAYA", sita en las calles Constitución, entre Boedo y Colombres de la Ciudad de Buenos Aires, a las 11 horas, con motivo de plantar en el Día Nacional de la Memoria, un árbol y colocar una placa en homenaje a Mario Abel Amaya y todos los muertos y desaparecidos por la Triple A y la dictadura militar genocida.
Nos sumamos al homenaje a la memoria de Mario Abel Amaya a través del recuerdo de su trayectoria ejemplar, reflejado en la reseña biográfica publicada en el Diccionario Biográfico Nacional de la UCR, de autoría de nuestro correligionario Enrique Pereira.
MARIO ABEL AMAYAFormó parte de varios organismos partidarios de la provincia del Chubut y fue uno de los fundadores del Movimiento de Renovación y Cambio, fundado por Raúl Alfonsín en la década del '70.
En representación de la Unión Cívica Radical fue elegido diputado nacional para el período 1973/1977, truncado por el cruento golpe de Estado de marzo de 1976.
Durante el ejercicio de su mandato protagonizó varios episodios de singular resonancia, todos en contra de las arbitrariedades que se originaban en el seno del poder público, especialmente en las áreas dominadas por el ministro José López Rega –creador de la banda de asesinos conocida como las “Tres A”- durante la presidencia de María Estela Martínez de Perón.
A poco de instaurada la dictadura, Amaya fue secuestrado por el gobierno totalitario juntamente con el senador nacional Hipólito Solari Yrigoyen.
Tras diversas vicisitudes y presionados los usurpadores por una importante campaña de protesta a escala internacional, ambos dirigentes radicales aparecieron con vida en la ciudad de Viedma el 30 del mismo mes.
Mario Abel Amaya fue nuevamente secuestrado por la tiranía y encerrado en el Instituto de Detención de Villa Devoto, donde perdió la vida en octubre del trágico 1976, víctima, según informaron los responsables de la privación de su libertad, de un supuesto “ataque al corazón”.
Sus correligionarios, con el presidente del Partido, Don Ricardo Balbín, al frente, rindieron homenaje al correligionario perseguido hasta la muerte por quienes asaltaron el poder. Hoy su nombre, que es recordado en muchas ciudades argentinas, es un ejemplo de militancia, firmeza y valentía.
Al cumplirse un nuevo aniversario de su muerte, en el recinto del H. Senado de la Nación, el presidente del Bloque de la Unión Cívica Radical, doctor Antonio Nápoli, expresó, entre otros conceptos los siguientes: “La emoción enturbia el recuerdo de los seres queridos y Mario Abel Amaya lo fue en escala generosa. El pasado 6 de octubre se cumplió el décimo aniversario de su paso al panteón de la inmortalidad cívica, dejando de ser el vigoroso militante de una bandería partidaria para convertirse en el referente de toda una generación.”
“Diarios y revistas se han encargado de acercar los datos sobre la biografía de Amaya. No es del caso volver a documentar su tránsito sobre la vida, tan rico en actos de febril misticismo combatiente. Mario fue uno de los tantos jóvenes que creció acunado por las viriles canciones rebeldes de la posguerra.”
“No había hecho ni más ni menos que otros de su noble estirpe cuando llegó el cuartelazo del ’55: estudiar, no tanto para aislarse de la vida y vivir comunicativamente, no tanto para descreerse de la ilustración. Sano de cuerpo y de alma, no hurtó carne ni espíritu a cada requisitoria de ideales y ardores juveniles. Campesino nativo y ciudadano de adopción, tenía toda geografía en sus venas; vivo en la sangre el paisaje físico y humano del campo y de la ciudad, los comprendía y los amaba.”
“Fue dirigente estudiantil; orador espontáneo y autodidacto; se embarcó con otros para recorrer el paisaje y la angustia de nuestro convulsionado continente. Amó, tuvo familia y vivió el libro que no tuvo tiempo de escribir. Se hizo político por cariño a los demás; profesó en la democracia; se codeó con la multitud; subió a la tribuna y alcanzó el diploma de diputado nacional.”
“Fue jovial, alegre, tierno, leal, tuvo amigos y afectos. Lo conmovió la desventura del prójimo, se apasionó por la justicia, quiso a su tierra y a sus hermanos; sintió y admiró a Moreno, San Martín y Leandro Alem; creyó en la Argentina y en los argentinos, en los americanos y en América. Eso fue en suma: un hombre, sin solemnidades ni cálculos; sin más faltas y excesos que las que traen quienes tienen compromisos de lucha con la tierra y sus miserias.”
“Amaya tenía pasión política y se enroló en los contingentes enfrentados en la elección de 1973. No era un novato en la militancia cuando el radicalismo lo incluyó en la nominación al Congreso.”
“Entre otras tantas contribuciones que hizo, nadie ha olvidado su defensa del gobierno constitucional de Arturo Illia y su vigoroso enfrentamiento con la maquinaria militar castradora de dignidades, cuando como apoderado de Agustín Tosco exhibió su arrojo de abogado tesonero e inclaudicable. En el ’73 Amaya estaba en la fila de los predicadores con machete y dientes apretados. Pero quien lea con un mínimo espíritu crítico los artículos periodísticos que escribió, advertirá que se evadió de las abstracciones para meterse entre las realidades.”
“Hay en su prosa el vigor de una denuncia clamante pero también la línea fundadora, asertiva, de una superación de abajo para arriba, de lo concreto a lo abstracto, de lo particular a lo general, del dolor al ideal; todo salido del caldero social y no de la alquimia de los laboratorios.”
“En el ruedo político de la Cámara de Diputados alzó su voz con la pasión inusitada del militante que tiene fe en su pueblo, en sus ideales, poniendo de manifiesto su democracia y la honradez descarnada de su voluntad. En sus detonantes discursos el panorama social era amplio, pródigo, como quien contempla el conjunto desde alturas donde no es posible ver los raquíticos arbustos de la llanura. De ese modo, cada palabra acuñada por nuestro amigo alcanzó la dignidad de una moneda de ley con la que el político compra su derecho al recuerdo. Pero ¿quién podría olvidarlo? Aquel muchacho sencillo y alegre sigue siendo visible con un fulgor que precedió a la eternidad del ser lleno de amor a todo y a todos.”
“Fue en marzo de 1976 cuando llegó el atraco. No había en la calle elementos para entablar lucha al intruso que, en materia de adhesiones populares, era un insolvente. Si se cuenta que hubo conformismo colectivo, se mentiría. La intrusión de la dictadura comenzó a desplazarse entre el estupor y la indignación de lo argentino genuino. El despotismo pudo desarrollar todos los potenciales de su genio diabólico. Hasta qué punto llegaron el crimen y la depravación durante los dos mil ochocientos catorce días de su dominio es muy difícil de imaginar y más difícil de referir.”
“La vena del despotismo desbordó todas las medidas. Del denso anecdotario de la tragedia pueden espigarse algunas muestras de esa locura infinita. Cayeron en la hoguera miles de leños diseñados para fecundar el entorno: el senador Luis Carnevale, los escritores Rodolfo Walsh, Haroldo Conti, Francisco Urondo; el obispo Angelelli; los tres hijos de Hebe Bonafini y los dos de David Viñas, cientos de profesionales, periodistas, estudiantes, obreros y tantos otros dignos del recuerdo. La cacería se extendió cubriendo de crespones de la tierra. Se llevaron a Mónica Mignone, Mario Mercader, Augusto Conte, Sergio Gass, Pablo Fernández Meijide, María Teresa y Pablo Ravignani, Sergio Karakachoff; a miles de manos desplegadas en la turbulencia. Y ultimaron a Mario Abel Amaya.”
“El 6 de octubre de 1976 fue una noche común, como muchas otras noches, sólo que un poco más triste, como un mar de hielo y de espanto. La noche de luces apagadas de un humilde barrio obrero fue su testigo silencioso. Es que en sus fauces de sombra aprisionó la vida de un político genuino. La enormidad del drama excedió las fuerzas de las palabras, reflejándose mejor que nada en las expresiones acongojadas de todos los que lo conocimos.”
La simple asistencia al entierro del asesinado legislador radical fue, por sí, un acto de valentía.
En esa ceremonia Raúl Ricardo Alfonsín, en parte de su discurso, expresó que “…Venimos a despedir a un amigo entrañable… Un amigo valiente que no sabía de cobardías. Un amigo altruista que no conocía el egoísmo. Un hombre cabal, de extraordinaria dimensión humana, encerrada en un cuerpo de salud precaria.”
“Pero venimos también a despedir a un distinguido correligionario, a un hombre radical, a un hombre de la democracia, que no la veía constreñida a las formalidades solamente, sino que la vitalizaba a través de la participación del pueblo para poner el acento en los aspectos integrales, en los aspectos sociales.”
“Y venimos también –agregó el Dr. Alfonsín- a despedir a un hombre calumniado, infamemente calumniado, juntamente con otro correligionario que está sufriendo una cárcel que nadie se explica: Hipólito Solari Yrigoyen. Se pretende tergiversar el sentido de la lucha de estos dos extraordinarios correligionarios, cuyo único pecado es pretender solucionar los problemas de los desposeídos, cuyo único pecado es sostener con Yrigoyen la defensa del patrimonio nacional…”
“Ruego a Dios que haga que el alma de Mario Abel Amaya descanse en paz. Ruego a Dios que permita sacarnos cuanto antes de esta pesadilla, de esta sangre, de este dolor, de esta muerte, para que se abran los cielos de nuevo; que en algún momento podamos venir todos juntos a esta tumba con aquellos recuerdos agridulces y recordar el esfuerzo del amigo y poder decirle que se realizó, que dio por fin sus frutos.”
Fuente: http://diccionarioradical.blogspot.com.ar/2007/09/amaya-mario-abel-compilado-por-enrique.html
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