Por Analía Cardoso
Mi primer contacto con él fue en 1982, en pleno conflicto por bélico con Gran Bretaña. Fue en el Colegio de Escribanos de la Provincia de Buenos Aires donde lo escuché por primera vez.
Apenas tenía 19 años, vivía en La Plata donde me había ido a estudiar mi carrera universitaria, y estaba descubriendo un mundo totalmente distinto al que había vivido en mi querido pueblo. Como durante todo mi secundario fue bajo la dictadura, cualquier acto o reunión donde se tocaran temas políticos tentaban mi curiosidad. “La atracción de lo prohibido”. Así fue como con unos pocos compañeros de la facultad fui a escuchar a algunos políticos que hablaban sobre la triste realidad que estábamos viviendo.
Inmediatamente quedé atrapada por el carisma y la honestidad intelectual de uno de ellos. Este hombre decía una verdad que lo exponía peligrosamente a las fauces de la dictadura. No recuerdo exactamente las palabras pero dio claramente a entender que la invasión a Malvinas fue una locura, fue el último recurso al que echó mano el gobierno militar para mantenerse en el poder, cuando las recetas liberales de la economía ya no daban el resultado esperado y los trabajadores comenzaban con sus tímidas protestas. Recuerdo que su discurso fue minoritariamente pacifista en una sociedad beligerante.
Con la apertura política comencé a seguir por los alrededores de La Plata, a este señor que en cada discurso hablaba sobre los valores que debían primar en la sociedad, como la libertad, la vida, la justicia, la honestidad, la austeridad, el respeto a la ley y al prójimo. Era un verdadero docente de los principios republicanos y democráticos. Nunca antes había escuchado a un político hablando sobre democracia con la convicción que él lo hacía y con la firme voluntad de convencer a los ciudadanos de que era la mejor forma de vivir en sociedad.
Hablaba de los derechos humanos con mucho conocimiento de causa, ya que junto con el maestro Alfredo Bravo, Monseñor Jaime de Nevares y otras personalidades, habían fundado la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos, organización ésta que nació en 1975 cuando la violencia ya estaba encarnada en el Estado, por medio de organizaciones paramilitares como la Triple A.
Trabajé arduamente para lograr que este señor fuera presidente y mi esfuerzo no fue en vano. No me decepcionó. Obviamente que como todo ser humano tuvo errores y los pagó. La historia los juzgará.
Ya como presidente tuvo la fuerza necesaria para ordenar el juzgamiento de las juntas militares cuando el poder militar aún estaba intacto, hecho este sin precedentes en la historia mundial, creó la Conadep, para investigar los aberrantes crímenes cometidos por la dictadura.
Fue capaz de pararse en los mismos jardines de la Casa Blanca para decirle al señor Reagan las verdades que un presidente argentino sostenía. Tuvo una visión estratégica de lo que debía ser la Argentina, sentó las bases del Mercosur, de firmar la paz con Chile, hizo participar a la Argentina en el Grupo Contadora, que pudo impedir la guerra en Centroamérica.
Impulsó el debate sobre educación mediante el Congreso Pedagógico Nacional, normalizó las universidades nacionales, apoyó la cultura y todas las ramas del arte, promulgó la ley de divorcio, patria potestad compartida, eliminó la distinción entre hijos matrimoniales y extramatrimoniales, y dio una gran participación a la mujer en su gobierno y en sus proyectos. Tuvo un perfil extremadamente bajo cuando el futbol le dio una alegría el país y cuando una película argentina ganó por primea vez un Oscar.
Quizá no encarnó el estereotipo argentino: eso lo hizo mejor su sucesor. Reflejaba mejor las aspiraciones de su pueblo que su realidad.
Fue él quien me enseñó a seguir ideas, no hombres. Los hombres fallan, las ideas nos acompañan toda la vida. Por esas ideas hoy sigo bregando.
A tres años de su fallecimiento quería recordarlo con estas palabras y decirle que a pesar de todo voy a seguir la senda que me marcó, y desde mi humilde lugar voy a trabajar por construir la unión nacional, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino.
ANALIA CARDOSO es Vicepresidenta del Comité Departamental de la U.C.R. de
Concordia
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